En época de oscuridad, uno siente la necesidad de abrazarse al futuro. Y que nadie se equivoque, el futuro siempre comienza por el pasado. Mirar no implica repetir, implica mejorar y mejorar es ir hacia adelante, no hacía atrás.

Dicho esto, hablemos del arte de la política. Soy afortunado por pertenecer a una generación eternamente desorientada por las palabras y por los hechos de aquellos que nos superan en edad y aquellos que no nos quieren alcanzar en edad. Por un lado, tenemos una generación aferrada al control y a la supervisión, anclada en una época alejada del presente y con pocos deseos de apartarse. Por debajo de ellos tenemos a una generación alejada del presente (y del futuro) que no se preocupa por el pasado.

La sociedad tiene la concepción ideológica de una estructura por bandos (frecuentemente derecha-izquierda). Los mensajes de la realidad que nos rodea nos pueden llevar a ese malentendido. La realidad que vivimos es otra, no existe la derecha o la izquierda, existen las personas. Son las personas las que determinan el bien o el mal de una sociedad y no unas siglas.

Dios ha dado poder al hombre para creer en él, pero en estos tiempos vemos muchos dioses con caretas baratas que simulan tener el poder de Dios y buscan embaucar con palabras a aquellos que no distinguen pasado, presente y futuro.

El futuro puede estar escrito o no, pero quedarse de brazos cruzados bajo cubierto mirando cómo cae la lluvia no te hará sentir cada una de las gotas golpeando tu cuerpo y liberando todas las verdaderas emociones.

Hace un par de días regresé al maravilloso mundo político de Pawnee de la serie Parks and Recreation, las críticas en su época hablaban de ella como una sátira política. La realidad es que la política real es una sátira de Parks and Recreation.

El futuro está en las personas.