Cada día que amanece, la luz que entra en la ventana llena de vida una habitación. Con cada halo de esa luz, el amor circula por la estancia en busca de un lugar acogedor donde habitar; o lo hacía…
La realidad es que el mundo ha derrotado al amor tradicional, aquél que hacía latir un corazón y llenaba de mariposas el estómago de víctimas inocentes. Ahora, el mundo ahoga cualquier sentimiento pasado con ira, avaricia y lujuria sin sentido.
Las relaciones interpersonales han sido transformadas en frenéticas carreras de supervivencia donde solo sobrevive el que lucha contra el mundo. El individualismo ha dado un golpe de estado en la sociedad, aún no se sabe si definitivo pero si contundente. Los avances tecnológicos nos hacen vislumbrar un futuro esperanzador en lo social, en lo profesional y en el cuidado de nuestra salud física pero nos lleva inequívocamente a la ruina emocional. Nos llevan a un lugar donde las relaciones solidas y duraderas dependen de una moneda o un crédito social. Lejos quedarán los momentos donde el amor era el ganador de las batallas. Ahora los supervivientes deben reaccionar.
La lucha del amor por recuperar su trono será una batalla infinita contra un ejercito, que si bien va automermándose poco a poco, es implacable y silencioso. Pero como buen guerrero universal sabe esconder sus cartas para devolver cualquier golpe repitiendo a si mismo: Amar es sentir, sentir es vivir, vivir es respirar amor.