Dice la leyenda, que cuando un niño abre un libro, el mundo se transforma permitiéndole viajar a mundos inimaginables, más allá de todo tiempo y espacio. Al cerrar el libro, el niño deja de serlo y se transforma en un ogro al que los adultos han mutado, transformándolo en un ser falto de vida y de emociones. Por suerte hay reductos adultos que permanecen abiertos a la existencia de los mundos que conocieron de niños.
Vivimos en un entorno educativo arcaico anclado en un sistema del siglo XIX, con profesores formados en el siglo XX y alumnos del siglo XXI a miles de kilómetros de la educación tanto del siglo XIX como del siglo XX.
Todo esto sucede principalmente porque la falta de respeto hacia la educación como fase fundamental del crecimiento nos ha llevado a convertirla en un mercado de batallas morales ajenas a la realidad de un bien común y de un futuro próspero para todos, no sólo para religiones, políticos, bufones sociológicos y demás fauna de bolsillo amplio. Ahora traslademos mis palabras a una situación concreta que parece pasar desapercibida para la gran mayoría de la sociedad que no lo sufre; la salud de nuestro futuro.
Mi amiga María Jesús León actualmente trabaja como enfermera escolar, concretamente en un colegio público en Ciudad Real. Hasta aquí ,todo puede parecer normal pero, y si comenzamos a describir más profundamente la situación.
En el año 2019, su colegio, con 650 alumnos, se convierte en el primer centro de la capital en contar con enfermera escolar. Hoy, dos años más tarde sigue siendo el único. Actualmente en Castilla La Mancha hay 1.503 colegios, con más de 260.000 alumnos. Para poder atender a tan elevado número de alumnos la comunidad solo dispone de 61 enfermeras.
En su caso, cito palabras textuales; “Los crónicos, sobre todo los diabéticos, se llevan gran parte de mi tiempo, les pongo la insulina, les hago controles cuando llegan, antes y después de desayunar… son niños que tienen muchas bajadas y a veces ni se las notan, es el profesor el que te llama y te dice que le ve muy flojo. Además tenemos alérgicos a variedad de comidas, epilépticos, asmáticos, autistas, y niños con síndrome de Down, todos ellos muy integrados”. Cada uno tiene sus necesidades y requiere su tiempo.
Además por sí pareciera poco…tiene que atender a las situaciones extraordinarias del día a día en lo que ella denomina “las heridas de guerra en el patio”, (añado yo, las heridas de guerra en un patio con 712 alumnos matriculados, más 80 trabajadores.) “luxaciones, abrasiones, esguinces, alguna nariz rota… de todo. Hacemos un tratamiento inicial y si requiere de más cuidados se le deriva al médico”.
Pero como hemos visto que es poco trabajo, hay que añadir además, todo el trabajo que conlleva educar en salud. Crear y adaptar talleres y actividades a todo tipo de edades, incluyendo personal docente y padres. “En este curso hemos impartido 25 talleres, de 25 temas completamente diferentes adaptados además a varias edades por lo que estaríamos hablando de más de 100 talleres”.
Y esto lo añado yo personalmente, habiendo vivido el covid en primera linea como enfermera en un hospital poniendo su salud mental en riesgo cada día, y después de todo este gran trabajo en el colegio, María Jesús no tiene la plaza segura para el año que viene, pudiendo quedarse en el paro sin poder hacer nada.
La educación es mucho más que una batalla ideológica vacía. Debería ser un campo de cultivo de esfuerzo y superación, que premie el talento, el natural y el generado con esfuerzo. Sigo sin entender cómo se logra tener una sociedad justa si no se valora como se merece el trabajo individual. Si con una educación arcaica generamos el talento que generamos.. que haríamos con una educación de verdadera calidad adaptada a los estándares y necesidades del siglo XXI.